El sujeto uno sale. Se queda afuera. Se asoma por la ventana que a la vez le muestra el reflejo de alguien más. Mira hacia adentro a través del vidrio empañado. Lo que distingue no es prometedor, sin embargo el sujeto uno gira hacia la derecha, estira la mano y jala el pasador de la puerta.
El sujeto uno entra. Lucha por mantener los ojos abiertos pero no logra evadir el pesado sueño que cuelga de sus pestañas. Cada vez es más evidente que no ha dormido bien, que no ha encontrado descanso. Es ese lugar que no deja de moverse, que lo persigue y que lo busca: busca desesperadamente un corazón.
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