Una gotita de lluvia resbalando por el cristal de la ventana, que después de darle vuelo a la cabeza se convierte en 12,000 gotitas de lluvia que se asoman entre las persianas, espiando el interior del cuarto. Es sólo una estimación, claro. Bien podrían ser más o menos, pero creo es un cálculo bastante acertado dada la cantidad de gotas que alcanzo a contar echado en la cama y con la luz del farol acusando a la lluvia que decide quedarse a pasar el rato, cayendo lenta e inevitablemente del segundo piso al garaje, donde por cierto no está estacionado el usual auto blanco con la calcomanía del pez naranja pegada en la parte trasera, cerca de la calavera derecha.
Es una noche de viernes-casi-sábado, una noche como las de hace algunos años, que me hacían querer salir a caminar y ver los edificios viejos pero brillantes del centro. Mojados pero plácidos. Gozosos de lo que pasa, aunque no tengan la más mínima posibilidad de controlar lo que caiga sobre ellos, sea lluvia, polvo, la orina del borracho que duerme dentro del cajero automático sin puerta, o la insistente mirada del turista gringo que tiene miedo de sacar su cámara digital semi-profesional para tomar una buena foto, por aquello de la inseguridad, y no le queda más que mirar y mirar y mirar la fachada con puertas enormes y cabezas de querubines garigoleados en las cornisas, esperando quedarse con una imagen nítida del momento en el que todo era calma después de la tormenta.
Así estoy, pero aquí en lugar de allá, con ganas de salir a buscarte a ti que eres todo lo contrario de los edificios viejos del centro. Tan viva, tan móvil, tan inquieta y preocupada de lo que te rodea, siempre buscando tener el control. Tan joven y sin garigoleos. Tan en contra de la estructura y ligeramente fuera de balance. Tan compleja que nadie podría replicarte si te derrumbaras. Tan alta y cercana al cielo o tan oculta debajo de la tierra como el ánimo te lo provoque. Tan... Sé que podría seguir con las metáforas comparativas para describirte, pero es que eso eres para mí: vida; movimiento; vueltas; saltos; velocidad; revolución; infinito; todo lo que la vida es, bueno o malo y en persona, aquí, viviendo junto a mí, bajo el mismo techo, recordándome que todo tiene un pulso. No importa lo que digan sobre la arquitectura verde y auto-sustentable, nunca tendrá vida.
Estúpidos edificios mojados, hacen que te extrañe.
Es una noche de viernes-casi-sábado, una noche como las de hace algunos años, que me hacían querer salir a caminar y ver los edificios viejos pero brillantes del centro. Mojados pero plácidos. Gozosos de lo que pasa, aunque no tengan la más mínima posibilidad de controlar lo que caiga sobre ellos, sea lluvia, polvo, la orina del borracho que duerme dentro del cajero automático sin puerta, o la insistente mirada del turista gringo que tiene miedo de sacar su cámara digital semi-profesional para tomar una buena foto, por aquello de la inseguridad, y no le queda más que mirar y mirar y mirar la fachada con puertas enormes y cabezas de querubines garigoleados en las cornisas, esperando quedarse con una imagen nítida del momento en el que todo era calma después de la tormenta.
Así estoy, pero aquí en lugar de allá, con ganas de salir a buscarte a ti que eres todo lo contrario de los edificios viejos del centro. Tan viva, tan móvil, tan inquieta y preocupada de lo que te rodea, siempre buscando tener el control. Tan joven y sin garigoleos. Tan en contra de la estructura y ligeramente fuera de balance. Tan compleja que nadie podría replicarte si te derrumbaras. Tan alta y cercana al cielo o tan oculta debajo de la tierra como el ánimo te lo provoque. Tan... Sé que podría seguir con las metáforas comparativas para describirte, pero es que eso eres para mí: vida; movimiento; vueltas; saltos; velocidad; revolución; infinito; todo lo que la vida es, bueno o malo y en persona, aquí, viviendo junto a mí, bajo el mismo techo, recordándome que todo tiene un pulso. No importa lo que digan sobre la arquitectura verde y auto-sustentable, nunca tendrá vida.
Estúpidos edificios mojados, hacen que te extrañe.
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